¿Tiempo de cuchillos o de asumir responsabilidades?

“Nunca es triste la verdad,

Lo que no tiene es remedio”

Antonio Machado

      Ya sabemos que la victoria tiene mil padres, pero la derrota es huérfana. Después de los fatídicos resultados del 2 de junio para la oposición, empezaron los tambores de guerra, tanto al interior de los partidos como entre la sociedad civil. Los dirigentes del PAN y PRI están siendo juzgados y recriminados, no solo por el resultado de estas elecciones, sino por la constante pérdida de posiciones desde que ambos tomaron sus respectivos puestos. Con el líder del PRD, al perder su registro a nivel nacional, pocos quedarán para reclamar algo. Por el lado de la sociedad civil, surgen voces de desencanto con el trato que los partidos le dieron a Xóchitl. Que la dejaron sola, que no le dieron dinero suficiente a su campaña, que solo velaban por sus intereses, que sus estructuras electorales nunca se vieron, etc. Es más, hay quienes buscan formar un nuevo partido político.

 

      Mientras los partidos arreglan sus asuntos internos y los ciudadanos nos reponemos de la paliza recibida, el oficialismo sigue adelante, olvidándose de ser magnánimo en la victoria, y peleando triunfos hasta donde no los obtuvo. Ganaron contundentemente pero no les basta, quieren más, quieren todo. O sea, el peor de los mundos para la oposición. ¿Qué hacer? Desde mi muy particular punto de vista considero que tenemos, primero, que asumir la realidad. Las elecciones no se perdieron el 2 de junio. Las perdimos desde hace mucho tiempo. Hay que reconocer que no se hizo lo necesario para ganar, es más, ni para ser medianamente competitivos. sobre todo, tomando en cuenta que creímos que estábamos peleando en unas elecciones como cualquier otra. Si, las más grandes de la historia, pero también las más inequitativas del siglo XXI. Sufrimos unas elecciones de Estado y nunca pudimos hacer nada para contrarrestarlas. En este contexto, que es absolutamente cierto, lo que importa es qué responsabilidades dejamos de asumir para que la derrota haya sido de tal magnitud.

 

      No se trata de echar culpas ni de encontrar quién las pague. Debemos hacer una profunda reflexión, objetiva, sin apasionamientos, con una sola mira: lo que sea para el bien de México. Donde los líderes, los partidos, los candidatos, los ciudadanos fallamos, habrá que reconocerlo y asumirlo con humildad. Lo que hicimos bien, habrá que tomar nota para repetirlo. Lo que en verdad no podemos hacer es negar la realidad y manejar las cifras, los datos y las situaciones de tal modo que salgamos bien librados.

 

      Los partidos fallaron porque nunca encontraron la narrativa adecuada para que la gran mayoría de mexicanos que viven su propia realidad los viera como opción de mejora. Sus estructuras a ras de piso brillaron por su ausencia. Privilegiaron puestos de elección popular para los suyos, sin abrirse a la sociedad. No pudieron, o no tuvieron cara con qué contrarrestar los ataques sistemáticos que para ellos lanzaron desde palacio nacional.

 

      Las organizaciones de la sociedad civil fallaron, porque a pesar de las grandes movilizaciones que entusiasmaron a muchísima gente, no lograron atraer a los millones más que faltaron para ganar. Con todo respeto para la Marea Rosa, Xóchitl alcanzó solo 15,620,726 votos. La participación ciudadana fue apenas del 60.92%. Hace seis años, sin Marea Rosa, los candidatos del PAN y PRI alcanzaron juntos 21,899,973 votos con un 63.42% de participación. Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio. Hay que reconocerlo con humildad. Asimismo, los ciudadanos de a pie fallaron, ya que se negaron a ver la cruda realidad de los miles de muertos por la violencia, la escasez de medicinas, la creciente inseguridad en sus comunidades, la fallida estrategia de abrazos no balazos que ha empoderado al crimen organizado. Todo, cegados por una narrativa de programas sociales otorgados por amlo, de que el PRIAN fue peor y de que el Presidente está haciendo lo que puede en contra de los intereses anquilosados.

 

      A quien hay que reconocerle todo su esfuerzo, valor, entereza, fortaleza, magnanimidad, entusiasmo y mil bondades más es a Xóchitl Gálvez Ruiz. Pudo tener muchas fallas, pero sus virtudes superan con mucho sus yerros. Apapachémosla, arropémosla, cuidémosla. Se ha ganado el respeto y cariño de millones de mexicanos. Seguramente no se irá a su casa a desconectarse de la política. Tiene mucho que dar a México. Saquemos nuestras conclusiones y pongámonos a trabajar desde ya, porque nuestra nación requiere una oposición fuerte, inteligente y unida. Tenemos una gran líder. Ella requiere de una gran ciudadanía. ¡A darle!