¿Qué tan congruente es el PAN aliándose con el PRI?

“El propósito político más urgente

es el de garantizar la libre formación

y la eficacia de la verdadera opción nacional

en la integración y funcionamiento del gobierno.

Es indispensable, por lo tanto, oponerse a la

existencia de un partido oficial”

PAN Programa Mínimo de Acción Política 1939

 

En mi primera colaboración de este blog mencionaba la necesidad de dejar de absolutizar nuestros juicios. Ni todo esta bien, ni todo esta mal. La vida real es una amplísima gama de grises, muy alejada de una visión de blanco o negro. Esto viene a colación cuando nos enfrentamos a los grandes problemas nacionales y no somos capaces de encontrarles solución por pretender que solo existe una posible. Un ejemplo muy actual es la necesidad de una alianza entre partidos que por historia han sido claramente antagónicos: el PAN y el PRI. El primero, nació en torno a unos principios de doctrina, buscando ser una escuela de ciudadanía para, en su momento, lograr la democratización del país en la que los ciudadanos se harían del poder para alcanzar el bien común, basado en el respeto a la dignidad de la persona, la subsidiariedad y la solidaridad.

En cambio, el segundo nació desde el poder con el objetivo de terminar con la era de caudillos violentos para institucionalizar el relevo entre las élites, las cuales se formaban para ejercer el mando sin tener que pelearse entre ellas. Eso sí, sin soltar el poder para que otras fuerzas políticas lo pudieran ejercer. Es decir, desde su nacimiento estas dos fuerzas políticas eran, por definición, antagónicas. Durante toda la segunda mitad del siglo XX el PAN fue víctima de las prácticas de un partido casi hegemónico, hasta que el sistema ya no dio para más y en el año 2000 se logró “sacar al PRI de los Pinos”.

Con estos antecedentes, está cuesta arriba pensar en que una coalición o alianza entre estas dos fuerzas excluyentes pueda ser viable. ¿Cómo aceptar que un partido con doctrina, que busca el poder respetando los principios éticos y que entre sus objetivos desde 1939 estaba “oponerse a la existencia de un partido oficial”, pueda aliarse a otro totalmente pragmático que utilizó “el fraude patriótico” para mantenerse en el poder y que hizo de la corrupción el medio para aceitar su poderosa maquinaria? Puesto así, en blanco y negro, no hay forma de aceptarlo. Sin embargo, si lo vemos desde la perspectiva de una gama de grises, veremos que, por un lado, el PAN (o mejor dicho algunos militantes y líderes panistas) en muchas ocasiones se han alejado de esos principios, volviéndose muy pragmáticos a la hora de buscar el poder. Por el otro lado, el PRI, a pesar de su negro historial democrático, ha contribuido querámoslo o no a construir muchas de las instituciones del México que conocemos. Ni todo lo hecho por el PAN está bien ni todo lo hecho por el PRI está mal.

Por otro lado, desde la ciudadanización del Instituto Federal Electoral, en 1996, el PRI perdió uno de sus pilares para conservar el poder: organizar, controlar y en su caso manipular las elecciones. Dejó de ser ese partido hegemónico y lo obligamos a competir en igualdad de condiciones, a tal grado que, al año siguiente 1997 perdió, por primera vez en la historia, la mayoría en la Cámara de Diputados. La era del PRI como partido oficial llegaba a su fin.

Ya viéndolo así, no esta tan disparatado que dos fuerzas políticas tan disímbolas, pero que tienen cosas en común, busquen unirse para echar del poder al actual “partido oficial. Más aún, si el actual partido gobernante basa su poder de convencimiento en un caudillo mesiánico que miente, roba y traiciona todos los días y que no solo no ha construido alguna institución que funcione, sino que las que operaban razonablemente bien, las ha destruido.

Concluyendo, el PAN sigue siendo congruente con oponerse a la existencia de un partido oficial, aún lo tenga que hacer con aquel que lo fue alguna vez. Por ello se requiere que Acción Nacional lidere esta coalición, no solo en cuanto a personas sino, más importante, en principios, programas y acciones para el bien común. ¿Cómo? Lo veremos en las próximas reflexiones disruptivas.