Por un partido que lidere un

movimiento aspiracionista

 

“Nuestro mensaje será para vencer

fundamentalmente la epidemia

de la desesperanza”.

Abel Vicencio Tovar 1982

       Los principios de doctrina del PAN desde 1939 establecen que “la persona humana tiene una eminente dignidad y un destino espiritual y material que cumplir, por lo que la colectividad y sus órganos deben asegurarle el conjunto de libertades y de medios necesarios para cumplir dignamente ese destino”. Aquí la pregunta es, ¿qué significa cumplir dignamente ese destino? Algunas ideas: En el ámbito material, que toda persona cuente con salud, casa, vestido y sustento suficientes para satisfacer sus más elementales necesidades y las de su familia. En el ámbito espiritual, que cuente con educación de calidad, trabajo digno y un conjunto de libertades que pueda ejercer: expresión, asociación, tránsito, creencia, etc.

 

       Ello significa que, si no tengo los suficientes recursos para comer tres veces al día con alimentos sanos, tenga la legítima aspiración de lograrlo. Que, si mi vivienda es pequeña y vivimos hacinados, yo aspiro a tener una casa, propia o rentada, con espacio suficiente para gozar de una vida familiar en armonía. Que, si no tengo una vida saludable, aspire a contar con un sistema de salud en el cual yo pueda ser derechohabiente sin tener que acabar con mis ahorros con cada enfermedad complicada. Que, si vivo en un ambiente de inseguridad y violencia, ya sea en mi casa o en mi comunidad, aspire a vivir en paz y tranquilidad. Que, si no pude completar mis estudios más elementales, yo aspiro que mis hijas e hijos sí lo puedan hacer. Que, si mi salario no me alcanza, aspiro a un trabajo mejor o, incluso, a poner mi propio negocio. Que, si vivo eternamente agobiado por preocupaciones de toda índole, aspiro a tener momentos de paz, salud mental, convivencia con la familia y amigos.

 

      Es absolutamente deleznable, grotesco y vil que desde el gobierno se estigmatice a quienes sean aspiracionistas, a quien aspire a tener una vida mejor, en lo material y en lo espiritual, para su persona, su familia, su comunidad y su país. Así que, para honrar nuestros principios de doctrina y diferenciarnos radicalmente del mezquino de palacio y sus huestes, en el PAN nos deberíamos definir y pronunciar como el partido de las y los aspiracionistas.

 

      Pero, y si somos clasistas y aspiracionistas, ¿cuál debería ser nuestra postura con los pobres?  En primer término, dejar de calificar a la persona, en lugar de a su condición como tal. Me explico, no es lo mismo decir “Tú eres pobre” a “Tú estás en condición de pobreza”. En el primer caso, atentamos contra su dignidad al señalar a su persona, como si la pobreza fuera connatural y definitiva. En cambio, al calificar su condición como pobreza, respetamos su dignidad de persona, ya que ayer y hoy ha vivido por debajo de sus necesidades materiales y espirituales, pero tiene todo el derecho y aspiración de luchar por dejar esa condición en un futuro, para estar en posibilidad de vivir mejor en compañía de su familia y comunidad.

 

      El slogan “por el bien de todos, primero los pobres”, fue muy exitoso sin duda. Millones de personas se fueron con la finta creyendo que el objetivo era atender a los pobres para que dejaran de serlo. Sin embargo, si lo analizamos a detalle, veremos que la verdadera intención de esa frase es: a) que los pobres sigan siendo pobres y b) si se puede que haya más pobres, mejor. En este sentido el gobierno federal ha cumplido con creces sus auténticas aspiraciones. En el primer caso, después de cuatro años, los “programas sociales” no han servido para que los pobres dejen de serlo, sino para que vivan permanentemente de las dadivas gubernamentales. En el segundo caso, su éxito es innegable, hoy hay alrededor de 3.8 millones más de personas en condición de pobreza que en 2018. 

 

      Definirnos como un partido que lucha por el crecimiento y fortalecimiento de las clases medias y, además, apoyar a toda persona y comunidad que  aspiren a una vida mejor, podría darnos el liderazgo necesario para que millones de personas se unan en un movimiento más allá de partidos. Una lucha en favor de. No en contra de. Sigamos ahondando en estas ideas en las próximas reflexiones disruptivas.