¿Por qué ellos tienen el poder y nosotros no?
Principio de Subsidiariedad:
“Que no haga la entidad superior
lo que pueda y deba hacer la entidad inferior”.
En los principios de doctrina de Acción Nacional contamos con cuatro columnas básicas que guían, o deberían guiar, la actuación de todos los panistas: a.) Respeto a la dignidad de la persona; B) La búsqueda constante del Bien Común; c) La Subsidiariedad y d) La Solidaridad. En esta ocasión refirámonos al tercero.
Hay varias formas de definir el principio de subsidiariedad. Uno de los más socorridos en el PAN se traduce en la máxima “Tanta sociedad como sea posible y tanto gobierno como sea necesario”. Esta es una de las grandes diferencias con el pensamiento de las “izquierdas” quienes consideran que el Estado debe ser el principal proveedor de las necesidades de los individuos, ya que de esa forma las sociedades vivirían, en teoría mil veces comprobada como fallida, con menor desigualdad y pobreza.
Desde mi punto de vista la subsidiariedad es uno de los principios más difíciles de entender y sobre todo de asumir, ya que implica “cargarle” muchas responsabilidades al ciudadano: su destino depende de él/ella más que del Estado; como ciudadano, debe luchar por su comunidad, por su país a cambio de muchos sacrificios; los problemas cotidianos deben ser afrontados primero por las personas y su comunidad cercana y ya cuando no sea posible, por una autoridad que lo ayude a salir adelante. Por ello el PAN ha sido esencialmente municipalista: en el municipio inicia la vida cívica comunitaria, ahí se presentan y van resolviendo los problemas más cercanos a los ciudadanos. Cuando estos rebasan sus capacidades, es cuando debe intervenir la autoridad siguiente, en este caso la estatal y posteriormente la federal.
Aquí es cuando considero importante introducir una acepción más radical y disruptiva al principio de subsidiariedad. En las conversaciones cotidianas y sobre todo en las redes sociales abundan las críticas políticas hacia los personajes que ostentan poder. Que el presidente de la República es un no sé qué, que el gobernador fulanito es un corrupto, que si el líder de tal o cual partido no tiene las agallas para sacar a su partido adelante, etc., etc. Hasta parecemos fanáticos de algún deporte echándole la culpa al entrenador por dirigir mal a un equipo o por no meter a tal o cual jugador. Cuando asumimos esa actitud, la primera pregunta que nos deberíamos hacer es ¿por qué ese dirigente llegó a esa posición de poder y no fui yo o algún líder de mi preferencia?
En el caso concreto del actual presidente de México, cada vez más ciudadanos consideran que es el peor presidente de la historia mexicana. Sin embargo, llegó al poder con el apoyo de alrededor de 30 millones de votantes. Nuevamente la pregunta es ¿por qué una persona tan limitada e incapaz pudo llegar a gobernar a más de 128 millones de mexicanos? La respuesta desde el punto de vista subsidiario es: porque nosotros lo permitimos. Lo mismo pasa, por ejemplo, con nuestras dirigencias partidistas. A nivel nacional, estatal o municipal siempre habrá quien critique las acciones, decisiones y resultados de las autoridades que en un momento determinado están al frente del PAN en todos sus niveles. Está en nuestra esencia ser oposición y lo somos no solo hacia afuera, sino, a veces, mucho más hacia adentro. Y está bien, faltaba más. También es nuestra esencia ser demócratas y estar en desacuerdo con aquello que no nos parece lo correcto. Pero una cosa es ejercer el poder y otra, criticar la manera de ejercerlo.
Por todo lo anterior, habría que preguntarnos ¿Qué pasaría si aplicamos el principio de subsidiariedad al interior de nuestro instituto político y nos planteáramos: “Tanta militancia como sea posible y tanta dirigencia como fuera necesario”? Ah caray, y eso ¿cómo sería y qué implicaría? Preguntas por responder en la siguiente reflexión disruptiva.