Plan México, una muestra de un rancio PRIMOR
“… más si osare un extraño enemigo…”
Himno Nacional Mexicano
Antes de la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el próximo lunes 20 de enero, el oficialismo se apresuró a presentar una bandera que “obligará” a todos los mexicanos a defender a México, empezando con la entonación del himno nacional: el Plan México. Ante la representación del sector privado nacional la presidenta Sheinbaum expuso 13 buenos deseos para sacar a nuestro país adelante a fin de que, entre otros objetivos, convertirnos en la potencia numero diez del mundo. “El objetivo es seguir haciendo de México el mejor país del mundo. Nuestro país es una potencia cultural y nuestro objetivo es disminuir pobreza, desigualdades, pero que cada uno de los mexicanos y mexicanas sepa que hay plan, que hay desarrollo, que frente a cualquier incertidumbre que venga en el futuro próximo, México tiene un plan y está unido hacia adelante”, destacó la presidenta desde el Museo Nacional de Antropología.
Como buen deseo, la intención es muy bonita y alentadora. Sin embargo, quienes tenemos algunos años en esto de la política, nos viene un déjá vu de que esta película ya la hemos visto antes. Desde tiempos de Lázaro Cárdenas, o sea en los años 1930´s, se presentaba un Plan Sexenal “que muestra las intenciones de Cárdenas por cumplir con las demandas sociales postergadas por los anteriores gobiernos surgidos de la Revolución mexicana: por desarrollar materialmente el país y por promover los intereses generales de la nación”. Página de la Presidencia de la República. Así, los posteriores gobiernos priístas, pasando por Echeverría y López Portillo, hasta los 1990´s, continuaron presentando planes y discursos que arengaban a los mexicanos a unirnos en torno a su gobierno que solo tenía como misión el desarrollo nacional basado en la unidad en torno a nuestros próceres gubernamentales. Por supuesto, a quienes osábamos disentir de lo expuesto en dichos planes, se nos tachó siempre se “hijos de Maximiliano, antipatriotas, conservadores, persignados” y mil linduras más. Hoy, en pleno siglo XXI, seguramente se repetirá la historia con quienes pensamos diferente, y seremos señalados con dedos flamígeros y condenados a la hoguera política.
Pero ¿cuál es el problema? ¿por qué oponerse a tan ejemplares objetivos? ¿por qué no unirnos sin chistar a estas nobles y alentadoras intenciones? Simple y sencillamente porque no dejan de ser buenos deseos al no contemplar, cuando menos, soluciones a dos problemones para lograr revertir la situación en la que nos encontramos: La falta de certeza jurídica para la inversión y la inseguridad ciudadana presente a lo largo y ancho del país. Es verdaderamente inconcebible que, de 13 buenos propósitos, ninguno se refiera a estos dos obstáculos fundamentales. ¿Cómo esperamos atraer miles de millones de dólares en inversiones si quienes arriesguen su dinero no tendrán la certeza de que se respetarán las reglas del juego? Y si surgen problemas legales ¿qué poder judicial los va a proteger? ¿Cómo diseñar un Plan México sin ninguna mención a cómo se disminuirá la violencia, cómo se trabajará para que gran parte del territorio nacional ya no esté en manos de los delincuentes? ¿Cómo garantizar que en los negocios que se vayan a establecer no haya cobros de derecho de piso, extorsiones, inseguridad en las carreteras, violencia cotidiana, secuestros, asesinatos?
Si vemos quiénes gobiernan este país hoy, nos daremos cuenta del por qué del déjá vu: Marcelo Ebrad, Ricardo Monreal, Adán Augusto López y por supuesto su líder indiscutible que sigue más que presente. Todos ellos fueron priístas en las épocas de los grandes planes nacionales. Ahí esta el verdadero PRIMOR.
Desde la oposición debemos señalar estos falsos llamados a la unidad ante las políticas de un bully que gobernará los próximos 4 años a la nación más poderosa de la tierra y que por azares del destino es nuestro vecino. Por supuesto que apostamos y haremos lo necesario para que le vaya bien a México, a sus habitantes, a sus mujeres y hombres que día a día trabajan para salir adelante. Desgraciadamente ya no es lo mismo decir “si le va bien al gobierno, le va bien a México”. Es crucial presentar una alternativa de discurso que combata de raíz a los flagelos que nos acosan, a fin de poder construir un país realmente seguro, próspero, pujante, donde todas las personas de bien tengan cabida y futuro. Ya vamos tarde. ¡A trabajar!