Pero ¿qué nos pasó?
"No olvidemos que nuestro deber es permanente.
No lucha de un día, sino brega de eternidad"
Manuel Gómez Morin
Al igual que la gran mayoría de Xochilovers y de quienes no queríamos el triunfo de morena, he leído una enorme cantidad de mensajes sobre lo que pasó el domingo 2 de junio. Desde resignación y ánimo para lo que sigue, hasta que se fraguó un fraude cibernético, por lo que hay que pedir a los líderes que tomemos las calles. Sin embargo, no hay nada mejor que pensar con la cabeza fría y sopesar los argumentos y pruebas de uno y otro lado. Llevo más de cuarenta años en la política partidista. Fui testigo y víctima de los fraudes de los 1980s-90s en esos entonces perpetrados por el PRI. Con esa experiencia expongo mis argumentos de lo que, desde mi particular punto de vista, pasó. Todo sujeto a controversia:
1. Vivimos una auténtica elección de estado. Durante cinco años el presidente López Obrador ha construido una narrativa polarizante de buenos vs malos, de conservadores vs liberales, de patriotas vs traidores, de fifís vs chairos, del pueblo bueno contra la oligarquía corrupta, etc. A lo largo de más de mil doscientas cincuenta conferencias mañaneras ha atacado, insultado a miles de mexicanos por el solo hecho de que no piensan como él o que lo critican. Ha creado una mítica cuarta transformación en la que le ha dado cobijo e identidad a millones de personas que no se habían sentido representadas por ningún partido ni gobierno.
Este discurso lo ha llevado a ras de tierra con miles de siervos de la nación que diariamente visitan los domicilios de las personas a quienes les advierten que, si no apoyan y votan por los candidatos de morena, perderán sus programas sociales. Hay 25 millones de personas que reciben uno o más de estos apoyos. No otorgados por el gobierno, ni financiados con nuestros impuestos, sino por le decisión del presidente López Obrador. Por otro lado, tiene un ejercito de 23 gobernadores y cientos de presidentes municipales, diputados y senadores, quienes también operan abiertamente por su partido, sin ningún pudor, porque tampoco hay ninguna sanción. Con dinero, personal y recursos de toda índole, es muy difícil que un partido o la sociedad organizada les pueda hacer frente para detenerlos.
Sinceramente considero que, si hay algo que impugnar con argumentos sólidos, sería por aquí. Más de 30 medidas cautelares emitieron el INE y el TRIFE en contra de López Obrador por violar una y otra vez la constitución y las leyes electorales, sin ninguna consecuencia. En el año 2006 el TRIFE concluyó, con solo uno o dos comentarios del entonces presidente Fox, que la elección había sido legal pero inequitativa. Hoy tienen material más que suficiente para anular la elección. Esperemos que los partidos de la coalición armen argumentos y pruebas sólidas para evitar que los morenos se salgan con la suya. Se vale soñar.
2. De las dos visiones de país, la nuestra no cuajó. Definitivamente la marca “PRIAN” pesó enormemente en forma más que negativa. Por mucho que insistiéramos que Xóchitl era una candidata ciudadana, teniendo a su lado a Alito y a Marko, nadie lo creyó. La fama del PRI como partido corrupto y la del PAN como una copia del mismo, quitaron credibilidad a la mejor candidata que pudimos encontrar. En el ánimo de los mexicanos no importó la corrupción de los familiares del presidente. “El PRI robo más”. No importaron los 180 mil asesinados por la violencia en este sexenio. “Todo empezó con Calderón”, No importó que hayan muerto de más 300 mil mexicanos en la pandemia, porque “el gobierno hizo todo lo que pudo hacer”. No importó que no hubiera medicinas en los hospitales, ya que el Seguro Popular de Fox, “ni era seguro, ni era popular”. No les quedó claro la lucha de vivir sin miedo, por la vida, la verdad y la libertad. Palabras muy bonitas, pero sin asidero en el trajín diario de las personas que corren diariamente por alcanzar sustento para sus familias.
Y no es tema de clases sociales o grupos etáreos. Tanto jóvenes como adultos mayores, mujeres y hombres, del norte o del sur, pudientes o desfavorecidos, clases medias o bajas. En todos esos grupos hubo un apoyo decidido a la hoy presidenta electa, que se sienten genuinamente identificados con su proyecto de nación. No supimos construir una alternativa coherente, sencilla, vendible, que la entendiera quienes fueron agraviados o que viven inconformes con la forma de gobernar, y que le hiciera suya.
Por supuesto que esto no acaba aquí. Aunque en términos de poder hegemónico regresamos a los 1980s, tenemos que repensar qué hicimos mal y que hicimos bien. Los partidos políticos debemos hacer una profunda reflexión de lo que significamos para los ciudadanos, quienes en cada elección nos quitan más y más su apoyo. Pensemos diferente, actuemos disruptivo. Comencemos por ciudadanizar a los partidos, abrirlos a quienes de buena fe quieren contribuir a una alternativa distinta. México necesita una oposición fuerte, pensante, propositiva, atractiva, numerosa. Pongámonos a trabajar que hay mucho por hacer. ¡Änimo!