Pensemos Diferente: Dejemos de absolutizar todo
Parafraseando a Winston Churchill,
“El PAN es el peor partido de México,
con excepción de todos los demás”
Para dar un contexto histórico a estas reflexiones disruptivas, déjenme empezar con la reelección de Marko Cortés como Presidente Nacional. Así empezamos con esta nueva etapa del PAN y analizar lo que podemos hacer para que sea exitosa.
En los días del año pasado, en los que el PAN atravesó por su proceso de renovación de sus dirigencias nacional y estatales, fue notorio el movimiento y discusiones en redes sociales a favor y en contra. Por el lado de los que apoyaron al dirigente nacional, quien fue reelecto por falta de contrincantes, hicieron ver los buenos resultados a nivel federal de las elecciones de junio 2021, en las que se logró el objetivo principal: que Morena y sus aliados no obtuvieran la mayoría calificada para poder modificar la Constitución al antojo del Presidente. Además presumieron la cantidad más que sobrada de firmas en apoyo a la continuidad del ahora reelecto Presidente Nacional, Marko Cortés.
Por el lado de los que buscaban darle un giro radical a la conducción del Partido, los ánimos estuvieron crispados: Se habló de que triunfó la burocracia partidista, de que hay que regresar a los orígenes y de que Acción Nacional está perdiendo su alma fundacional. También se habló de que por la inequidad en la contienda habría que reponer el proceso y de que si no cambia de raíz el método de selección de las dirigencias a todos los niveles, el PAN ya no tendrá el apoyo ciudadano ni, por lo tanto, futuro. Se hizo ver la casi imposibilidad de conseguir el diez por ciento de las firmas del padrón de militantes en tan poco tiempo. De esta forma, ninguno de los aspirantes “de la oposición interna” logró reunir los requisitos para registrarse como candidato o candidata.
Y para rematar, la comentocracia, intelectuales, analistas, periodistas, etc., tuvieron mucha tela de donde cortar: Ven a una oposición sin rumbo, irrelevante, sin una propuesta concreta ante los embates de López Obrador y casi casi al borde de la extinción (¿Dónde y cuántas veces hemos oído eso?). Que la alianza entre PAN, PRI y PRD ya se había resquebrajado, que no ven ningún futuro candidato que le llene los ojos a todos los partidos para salir unidos y que, de seguir así, la T4 tenía garantizada su continuación en el 2024.
¿Qué pensar ante este panorama? ¿Quién tiene la razón y quién no? ¿El vaso está medio lleno o medio vacío? Para darle su justa dimensión a este fenómeno y buscar entender lo que está pasando, propongo hacer una reflexión disruptiva, pensar fuera de la caja. Al fin y al cabo para obtener resultados diferentes, tenemos que hacer cosas diferentes.
En primer lugar propongo dejar de absolutizar nuestras opiniones. Ni todo está mal ni todo está bien. Juzguemos casos concretos, uno a uno, para poder ponderar lo que se ha hecho bien y lo que no ha salido como estaba contemplado. Que nuestros corazones estén ardientes, defendiendo nuestras opiniones y puntos de vista, pero manteniendo la cabeza fría, analizando con la mayor objetividad y humildad los aciertos y errores. Por ejemplo, el haber logrado poner en una mesa al PAN y al PRI para acordar la Coalición Va por México y postular candidatos comunes en la inmensa mayoría del país, tiene su mérito que, nos guste o no, hay que reconocer. Asimismo que el PAN sea ahora la segunda fuerza en la Cámara de Diputados Federal, teniendo más diputados federales que hace 3 años, más población gobernada a nivel municipal, regresando el corredor azul en el Estado de México y ganar la mitad de las alcaldías en el CDMX, son logros que hay que valorar.
Por el otro lado, se argumenta que esta unión del PAN y PRI significa un olvido o desdibujamiento de la doctrina humanista y que nos igualamos en la imagen de corrupción que ha caracterizado al priísmo desde sus orígenes. Que en las elecciones de junio pasado, de 15 gubernaturas en disputa, solo se ganaron dos, se perdieron otras dos que gobernábamos y salimos derrotados en las restantes, también es cierto. Y lo peor, es que 11 fueron a manos de Morena, partido que solo tenía un gobierno estatal en disputa.
Para encontrar la salida a este complejo panorama, tendríamos que definir correctamente cuál es el problema y por lo tanto encontrar cuál es la o las soluciones. Desde mi muy particular punto de vista, el objetivo principal es que el PAN vuelva a convertirse en una opción de ejercicio político y de gobierno democrático y eficaz en todos los niveles, tanto para los que alguna vez confiaron en nosotros, como, sobre todo, para las nuevas generaciones. Pero para que ello suceda debemos pensar y hacer cosas diferentes, empezando por cuestionar la muy extendida exigencia de que el PAN solo tiene que regresar a sus orígenes doctrinarios. ¿En verdad, con eso sería suficiente? Mi respuesta vendrá en la siguiente Reflexión Disruptiva.