La importancia de la oposición
“La política debería ser la profesión
a tiempo parcial de todo ciudadano”
Dwight D. Eisenhower
Quienes ya estábamos en la política en los años ochentas del siglo pasado, recordamos muy bien cómo era ser oposición ante un régimen de partido hegemónico. Yo creo que una de las grandes diferencias de entonces a hoy, tiene que ver con la inmediatez de las noticias y acontecimientos a través de las redes sociales. Antes, uno tenía que esperar el noticiero de Jacobo Zabludovsky para enterarse de lo más importante del día, claro está, con el sesgo gubernamental incluido. También estaban los periódicos al día siguiente con el visto bueno de la Secretaría de Gobernación. Sin embargo, hoy las noticias se dan en tiempo real. Ya no tenemos una sola fuente de información sino un sinfín de ellas, unas con datos duros y otras sin sustento. Un tema que era más que sabido que existía, pero que no había pruebas contundentes y a la luz del día, era la corrupción en la vida política del país. Incluso se decía que el dinero ilícito era el aceite que hacía trabajar a la maquina priísta a la perfección. Todos lo sabían, pero no pasaba nada ya que se daba por hecho que así eran las cosas. Gracias a esto el PRI duró 70 años en el poder, con el apoyo de la mayoría de las y los mexicanos.
Hoy, que nuevamente volvemos a vivir bajo otro régimen de partido hegemónico, los actos de corrupción ya no son secretos a voces. Ahora están a la vista de todos. Se conocen documentos, videos, grabaciones, confesiones. Todo tipo de pruebas más que contundentes que generarían escándalos tras escándalos. Pero ya es tan descarado el fenómeno y tan frecuente, que se ha normalizado a tal grado que por lo visto su combate ya no es prioridad para las y los ciudadanos. Otra gran diferencia es que antes había un monopolizador de actos de corrupción, que era el gobierno y su partido. Hoy, ya no se ven muchos actores políticos que se libren de ello. La inmensa mayoría tienen cola que les pisen, por lo que la oposición ya no cuenta con la autoridad moral para denunciarla. Esta es, sin duda, una de las causas de que la oposición hoy este prácticamente desaparecida.
Del lado ciudadano, no cantan mal las rancheras. Después de apoyar un periodo de alrededor de 20 años de vida democrática, en la que la alternancia política fue un hecho, hoy se regresa a una “estabilidad antidemocrática” basada en un Estado que todo lo ve y todo lo resuelve con programas sociales y percepción de tener el control de la vida nacional. Nuevamente la corrupción es parte fundamental del sistema, sin que a la ciudadanía le importe demasiado. El factor novedoso en esta nueva etapa es la evidente colusión entre el gobierno y el crimen organizado, en especial el narcotráfico, con su violencia sin fin, donde seguimos viviendo actos de verdadero terrorismo estos últimos seis años y contando. ¿Por qué esto ya no indigna a nadie? ¿Tiene futuro la oposición ante esta cruda realidad? ¿La ciudadanía se merece a la oposición partidista existente? ¿La oposición partidista cuenta con ciudadanos para lograr algún cambio?
A pesar de este negro panorama es indiscutible que existe una gran área de oportunidad para la oposición. En todo régimen, democrático o autoritario, la oposición es un elemento indispensable. Aquellos ciudadanos que no concuerdan con el gobernante en turno requieren canales para manifestar su descontento. No es creíble que la situación de degradación moral en la que estamos insertos perdure por mucho tiempo. Urge que la oposición haga su papel. Que se reinvente, renazca, reimagine a sí misma, con verdadero espíritu autocrítico y liderando las causas ciudadanas que surgen por doquier: familiares de desaparecidos, pacientes sin medicinas, sin atención médica, mujeres víctimas de delitos de todo tipo, pobladores desplazados de sus lugares de origen por salir huyendo de la violencia, y mil causas más.
Los horrores como el de Teuchitlán, Jalisco ya no pueden contarse como otro más en la interminable historia de terrorismo que vivimos en México. La oposición debe de encabezar la indignación ciudadana y proponer un camino totalmente distinto que millones de mexicanos estamos esperando. ¡Entendámoslo!