Escuchémonos y actuemos en consecuencia

    “Mis momentos de inteligencia ocurren

cuando escucho sin prejuicios a los demás.”

    Jorge González Moore

      Uno de los grandes problemas que estoy percibiendo para reconstruirnos como oposición es que nos cuesta trabajo escucharnos. Nos oímos, pero no nos escuchamos. ¿Cuál es la diferencia? Según la Real Academia Española (RAE), se especifica que escuchar significa “prestar atención a lo que se oye”. Sin embargo, oír se define como “percibir con el oído los sonidos”. En los intercambios de opiniones que tenemos todos los días, ya sea en reuniones presenciales o en redes sociales, un gran obstáculo que veo es darle una prioridad indebida a nuestros prejuicios y opiniones por sobre las de otras personas. Es natural que tengamos una forma de pensar y que la defendamos ante cualquier punto de vista diferente o contraria a la nuestra. Sin embargo, valdría la pena recapacitar para no irnos con lo primero que se nos ocurra en la mente, frustrando cualquier intento de diálogo necesario para construir ideas comunes.

 

      Me explico. Hay tres afirmaciones que he visto en las que se genera tal seguridad en nuestras creencias que nos impide abrirnos a un debate que concluya con ponernos de acuerdo en lo que sigue. Seguramente habrá muchas más, pero concentrémonos en estas. Una de ellas es “Xóchitl cometió el error de reconocer el triunfo de Claudia. Por lo tanto, ya no le creo”. Dos, “Los partidos políticos solo buscaron sus propios intereses, dejando a Xóchitl desamparada. No tienen remedio”. Tres, “Los Xochilovers se vendieron como una fuerza mucho mayor de la que realmente fueron. No son confiables”. Si solo oímos estas afirmaciones, nunca saldremos de la frustración y el desánimo en el que nos encontramos. Lo más inteligente sería escuchar las razones de estas afirmaciones, ponerlas en contexto, dejar de generalizar y encontrarles la salida positiva que nos lleve a construir, no a destruir, consensos. ¿Nos va a costar trabajo? Mucho, porque tenemos que dejar a un lado nuestros prejuicios, nuestra zona de confort, nuestro pensamiento arraigado, el cual tenemos que confirmar.

 

      A dos meses de las elecciones, Xóchitl sigue defendiendo su decisión de haber hecho lo que hizo. No se ha arrepentido. Si escuchamos sus razones ¿en verdad creemos que hubiera cambiado algo el resultado electoral? ¿en serio creemos que la oposición teníamos razón y el resultado fue un megafraude cibernético que hizo ganar al oficialismo? ¿Tenemos la autoridad moral para descalificar a quien se la rifó encabezando una oposición muy diversa, complicada, desarticulada? Sí. Su decisión fue muy polémica, pero la tomó en base a la información y convicciones democráticas. A pesar de todo, sigue siendo una líder que no hay que hacerla a un lado. Al contrario, ella tiene mucho que seguir dando y nosotros seguir trabajando con ella a fin de recomponernos como fuerza opositora. Pensemos diferente.

 

      Los partidos políticos por supuesto que velan por sus intereses. Podemos aceptar que muchos líderes trabajaron para asegurar sus cargos públicos. Pero de ahí a que los partidos, como organismos de interés público, ya no nos sirven, hay un trecho muy ancho. Las democracias no se conciben sin partidos políticos. Más nos vale ponernos de acuerdo para que cumplan su función ciudadana, reconstruirlos, reforzarlos, porque la era autoritaria que se nos avecina requiere de todos. Finalmente, los Xochilovers constituyeron una gran fuerza de la sociedad civil que hay que agradecer. No alcanzó para ganar, pero tampoco podemos desechar el enorme trabajo que llevaron a cabo. Al contrario, analicemos qué fue lo que funcionó y lo que no se hizo bien. Corrijamos errores y pongámonos a trabajar en todo lo positivo que tiene una sociedad organizada.

 

     Vienen tiempos muy difíciles. Estamos a punto de perder el sistema democrático tal como lo conocemos. Imperfecto, pero nada comparado a lo que se nos avecina. Abramos nuestras mentes, dejemos de oírnos y escuchémonos. Tenemos mucho que decir y mucho que trabajar. México nos necesita unidos, sin prejuicios, echados para adelante. Más nos vale dejar a un lado las minucias para ponernos de acuerdo en lo realmente importante. Es ahora. Mañana será demasiado tarde. ¡Ánimo!