El Elefante en la sala: El Poder
“¿Qué armas para esta lucha?
Las únicas irresistibles: ideas, los valores del alma.
Ni tenemos otras, ni las hay mejores”
Manuel Gómez Morin
Hoy en día, tanto al interior del PAN como en la gran mayoría de las opiniones periodísticas, se echa de menos su congruencia doctrinal de la época fundacional y de su “brega de eternidad” desde la oposición. Se cita a Don Manuel Gómez Morin, para “que nunca falten motivos espirituales en nuestra organización”; a Don Efraín González Luna, añorando la “Camaradería Castrense” de los panistas de los primeros años; Se habla de la añorada “Victoria Cultural de Acción Nacional” sustentada por Carlos Castillo Peraza; y también, por qué no, de la lucha incansable de Maquío por lograr abrir “un boquete de su tamaño al sistema”.
Desde mi muy particular punto de vista, abriendo el debate, esas añoranzas doctrinales están fuera de foco, obsoletas, anacrónicas, (¡¿!? SI no incorporamos un elemento que ha estado ahí presente como el elefante en la sala que nadie ve, y que es absolutamente indispensable para entender a cabalidad la situación de Acción Nacional en estos momentos: El arribo al ejercicio del poder a través de presupuestos ejercidos desde el poder ejecutivo en todos sus niveles.
Pero vamos por partes para evitar en lo posible las tergiversaciones, los malos entendidos y hasta las clásicas sacadas de contexto. ¿Estoy sugiriendo, como Vicente Fox en su momento, darle vacaciones a la doctrina? ¿Prefiero el pragmatismo amoral, a la doctrina brújula y guía de nuestro actuar? Por supuesto que no. Propongo que cualquier análisis sobre el accionar del PAN de aquí en adelante contemple esta indisoluble dicotomía: El poder ejercido a la luz de la doctrina y la doctrina encarnada en el ejercicio del poder.
Déjenme hacer una reflexión disruptiva a alguien que lleva más de 40 años de militancia activa. Pretender que el PAN vuelva a ser esa oposición prístina, donde la congruencia doctrinal era su carta de presentación, que no se corrompía, que era ejemplo de democracia interna, que tenía grandes pensadores y líderes que movían las almas y que tenía un actuar intachable en sus servidores públicos, me temo que ya no regresará, o al menos, será cada vez más complicado lograrlo por una muy sencilla razón: El ejercicio del poder desgasta y corrompe. Acción Nacional, como toda organización de personas, está formada por seres humanos imperfectos, no por ángeles. Hasta donde sé, no hay una organización política desde el comienzo de los tiempos, donde sus integrantes no hayan sucumbido a los pecados de la naturaleza humana. Desde los faraones egipcios hasta los dinastías chinas; los imperios asiáticos, dictaduras latinoamericanas, monarquías europeas, democracias presidenciales y parlamentarias y cualquier forma de gobierno que estudiemos en la historia de la humanidad. Vamos, hasta la Iglesia Católica, que actúa guiada bajo la inspiración del Espíritu Santo, a lo largo de más de dos mil años ha pasado por unas épocas en que los escándalos de corrupción y otros pecados capitales la han cimbrado. Y si queremos ser más radicales, ni los ángeles se salvan de caer en el pecado. Para los creyentes, ¿Quién es Lucifer, sino un ángel caído? Así es que no me salgan con que por el hecho de militar en el PAN las personas serán incorruptibles, libres de pecado y tentaciones. Como bien lo dijo Carlos Castillo, todas y todos somos pecadores estándar. Y Don Manuel “que no haya ilusos, ni desilusionados”.
El PAN efectivamente, nació como escuela de ciudadanía; como conciencia al poder hegemónico que en sus inicios ejercía el partido oficial. Como una organización que luchaba por instaurar la democracia como forma de vida y de gobierno. En su muy fructífero andar parlamentario dio cátedra de excelentes oradores, de propuestas concretas para el bien de México, de contención a las ansias de los presidentes omnipotentes. Llegamos incluso a cogobernar desde la oposición. En las escazas presidencias municipales que se lograron reconocer se gobernó de acuerdo a sus principios de doctrina, pero siempre en un ambiente hostil que impedía que el PAN repitiera triunfos. Fue hasta 1989 cuando Acción Nacional gana, y es reconocida, su primera gubernatura, Baja California, con Ernesto Ruffo. Treinta años después, ¿qué podemos decir de la vigencia de la doctrina panista en dicho estado?
En el año 2000, logramos lo que me imagino ninguno de nuestros fundadores concebía alcanzable: Ganar la Presidencia de la República. Por un lado, el PAN logró una de sus principales banderas: la instauración de la democracia, derrotando al partido oficial que había gobernado ininterrumpidamente desde 1929. Por el otro, sin embargo, se abrió el arca donde, abierta, hasta el justo peca. Terminó nuestra era del inmaculado ejercicio del poder, mayoritariamente parlamentario. Nos enfrentamos a un hecho que no estaba contemplado: el ejercicio de miles de millones de pesos en los presupuestos federales y más y más en los estados. Se abrió la oportunidad para que miles de personas sin conciencia panista, ejercieran dichos presupuestos. Y por supuestos, también abundaron los panistas que en la oposición eran severo seguidores de la doctrina, pero habiendo dinero y poder a su alcance, relajaron su moral, por decir lo menos. ¿Todo esto significa que ya ni modo, que el PAN ya no tiene remedio y que no nos queda de otra más que aceptar que no somos opción y que somos iguales a todos los demás partidos? Por supuesto que no. Pero no podemos construir el PAN que necesita México si no vemos las causas de por qué está como está. Un tema para la próxima reflexión disruptiva.