De la orfandad a la Resiliencia

“A veces se aprende más de las derrotas

Que de las victorias.”

Refrán popular

      Es necesario seguir procesando los resultados de las elecciones del 2 de junio. Por mucho que se haya dicho, por mucho que hayamos leído, por mucho que todavía no nos quede claro qué fue lo que pasó, debemos sacar las mejores lecciones que nos dieron los ciudadanos, que prefirieron el segundo piso de la cuatroté a la propuesta de la coalición Fuerza y Corazón por México. Dejemos de lado la realidad de una elección de Estado, la cual fue más que evidente, pero que no explica en su totalidad el por qué no fuimos opción.

 

      A diferencia de la cohesión que generó la narrativa de “primero los pobres”, la oposición no fuimos capaces de encontrar las causas que tocaran las fibras más sensibles del pueblo mexicano. Señalo varias causas. En primer lugar, la amalgama de partidos tan distintos, y antaño rivales acérrimos, como el PRI y el PAN, nunca nos dio la confianza de que efectivamente podíamos ser alternativa. Desconfianza dentro de los mismos partidos como ante la ciudadanía. Nadie nos la creímos. Esto fue aprovechado con tiros de precisión por parte del oficialismo que inmisericordemente repitieron una y mil veces la cantaleta de un PRIAN corrupto, anacrónico y poco confiable. Al interior de los partidos siempre hubo el recelo de toda la vida. Quienes nos sabíamos antagónicos, ahora teníamos que ser compañeros de lucha. Lo malo es que los negativos de uno se unieron a los negativos del otro y no tuvimos manera de contrarrestarlos.

 

      En segundo lugar, no se pudo encontrar un proyecto claro, de futuro, esperanzador, contundente que fuera fácilmente entendido por los mexicanos para que nos voltearan a ver como opción. Poner de acuerdo a tres partidos con historias y proyectos muy diferentes y además sintetizar los anhelos de decenas de organizaciones de la sociedad civil, nos metió en una maraña de mensajes que no llegaban a quienes debería de llegar. Para ello se hubiera requerido muchísimo más tiempo del que tuvimos. Mientras que el oficialismo había comenzado cinco años antes, nosotros apenas tuvimos un año desde que elegimos a Xóchitl como nuestra abanderada.

 

      En tercer lugar, las estructuras partidistas eran cascarones sin sustancia. Por lo complicado de unir proyectos y candidatos de tres fuerzas políticas disímbolas, se abusó de las decisiones cupulares. Los militantes de a pie fueron ignorados. Se les impusieron candidatos que luego tendrían que promover.  Por lo tanto, en el menos malo de los casos, hubo resistencia de quienes tenían que hacer la campaña. En el peor de los casos, ni militantes había. O ya estaban cansados de ser ignorados e hicieron de brazos caídos o se fueron a otros partidos políticos. En síntesis, entramos en un proceso electoral sin alma, sin convicción, sin estructura, sin trabajo de campo. Así cómo.

 

      En cuarto lugar, las organizaciones de la sociedad civil hicieron lo que pudieron, pero evidentemente no fue suficiente. Por supuesto que hubo miles de ciudadanos que trabajaron sin descanso en la calle, buscando convencer a sus amigos, vecinos, parientes, etc. Sin embargo, también hubo miles y miles que supusieron que mandando mensajes por las redes sociales era más que suficiente. Ya con eso cumplían con México. Pues no. No es lo mismo ver los toros desde la barrera que entrar al ruedo.

 

      Por todo lo anterior, millones de mexicanos nos sentimos en la orfandad. No nos la creemos. Subimos a las nubes y caímos desde muy alto. Más nos vale que empecemos a poner los pies en la tierra. Aprendamos de nuestros errores y expectativas fincadas en castillos de arena. Sigamos reflexionando, analizando los por qués. Se dice que aprendemos más de las derrotas que de las victorias. Hagámoslo con sabiduría, humildad, objetividad. Nuestra misión ahora es encontrar la resiliencia necesaria para sacudirnos la derrota y ver hacia el futuro. Más de 15 millones de mexicanos no pueden estar equivocados. Lo que pasa es que no supimos entender muchas causas de mexicanas y mexicanos que prefirieron apoyar la continuación de un proyecto que sí les llegó a su corazón. Tenemos trabajo que hacer. En mucho tenemos razón. Hay que encontrar la cuadratura del círculo y seguir luchando por el México que soñamos. ¡Ánimo!